“LA MARAVILLA ESTÁ AHÍ, SOLO HAY QUE ENCONTRARLA, ABRIRSE A ELLA… UN POCO DE HUMILDAD NO HACE DAÑO A NADIE”
Nada más cierto y aplicable al hecho fotográfico que las líneas que leía en el prólogo escrito por Finn Thrane en el ejemplar que ojeaba es una librería de Montevideo. Se dice que todos los días se aprende algo nuevo, más sin embargo no siempre se descubren tesoros y mucho menos de a dos en un mismo día.
Una señora librera que saludo con frecuencia en el centro comercial me hizo la recomendación de visitar esta librería en Montevideo. — “Tenés que ir a conocer. Es un lugar bárbaro: una librería extensa y un restó divino al fondo. Eso sí, no les compres nada, eh?” — Teresita me aconsejaba entre risas porque sabía bien que me estaba enviando a la competencia. Al cabo de un par de horas que lleva el trayecto, ahí estábamos mamá y yo, ambas amantes de los libros, paradas frente al tesoro que nos había dado como dato la librera. Ya desde la calle el zaguán de época nos cautivó con sus escalones de piedra y el mozaiquillo colorido en el suelo. Al pasar la puerta principal la mirada se debate entre recorrer las bibliotecas que se extienden por las paredes de doble altura o ir hacia la claraboya centenaria que se ilumina desde el techo.
Recorrí el espacio con una sensación de haber llegado a un lugar especial, y decidí casi por automatismo ir a la sección de libros de fotografía. Es inevitable, tengo el mal hábito de juzgar las librerías por su sección de arte y fotografía; y si bien ésta no era particularmente extensa, pude darme cuenta de inmediato que era una selección prolija y bien curada. Reconocí clásicos, también vi nombres recurrentes, unos cuantos de editoriales más pequeñas, fotógrafos contemporáneos, ensayos, entrevistas y (gracias al universo… o quizás al exquisito gusto del librero) una ausencia total de libros técnicos o manuales de cámaras. Detuve la mirada: “Aquí, tan lejos”, un lomo con letras plateadas impresas sobre lienzo gris. Comencé a leer y ahí hice el descubrimiento del tesoro número dos del día: el portafolio de casi 50 años de trabajo de Pentti Sammallahti.


Primera fotografía: —Wow.
Segunda: —Oh.
Tercera: —Esto es poesía.
Cuarta: —¿Quién está detrás del lente?
Pentti Sammallahti… —No lo reconozco.
¿Cómo es que un fotógrafo tan importante había podido pasarme totalmente desapercibido durante tanto tiempo?
Después de todo, Henri Cartier-Bresson lo había colocado entre los 100 fotógrafos más importantes para exhibir eventualmente en su fundación homónima en París. Sé que corro el riesgo de parecer inculta, pero el trabajo de este finlandés se me había escapado por completo. No dudo por un segundo que la falta esté de mi lado; en algún rincón del mundo a alguien le parecerá tan absurdo como ignorar las papas fritas. Tiempo y oportunidades habría de sobra para descubrirlo porque lleva fotografiando literalmente toda una vida (desde sus 11 años) y ha sido un prolífico creador con más de 13 libros y portafolios publicados. Hoy en día es una figura de referencia en la fotografía finlandesa y es reconocido en toda Europa.
Es desconcertante y a la vez maravilloso. Investigas, lees, te mantienes siempre vigilante del trabajo de otros fotógrafos. Sabes bien que el ojo se entrena haciendo, pero sobre todo observando, y por ello intentas ver lo más que puedas. Te desconcierta no haberlo visto antes y al mismo tiempo te maravilla la sorpresa, porque siempre es una bocanada de aire fresco ver un trabajo tan sólido y extenso por primera vez. Eso no sucede con frecuencia, pero cuando sí, hay que tomar pausa, abrir bien los ojos y observar.


“Aquí, tan lejos”— tres palabras que parecían sonreírme desde la serendipia. El título del hallazgo me resultaba una simpática coincidencia del destino: aquí estaba yo, tan lejos de casa en una librería en Uruguay, una venezolana nómada descubriendo el trabajo que durante 50 años desarrolló un finlandés en destinos también ajenos a él como Siberia, Japón y Marruecos . “El sencillo título elegido por Pentti Sammallahti sugiere la paradoja de que la fotografía siempre presenta el aquí y ahora: un encuentro entre el artista y el espectador en una exposición o en la página de un libro […] refleja la capacidad de los dos para entablar un diálogo, para ampliar el espejo de la imagen del pasado al presente y al futuro del espectador.” No sé cuanto tiempo nos habría llevado encontrarnos, sin embargo ahí me detuve un buen rato dialogando con sus fotografías. Rara vez consigues un fotógrafo con el que te conectas de inmediato, y aún más atípico conseguir dialogar con la totalidad de un portafolio. Había sido mi experiencia que la mayoría de las veces comulgas con porciones, períodos, facetas de la carrera de un artista con la que conectas en mayor o menor grado. Con Pentti Sammallahti sucedió algo que no ocurre todo el tiempo: con el pasar de las páginas iba descubriendo un universo de imágenes que me atrapaban sin excepción. Cerré el libro, me dirigí a la caja y le pedí al dependiente que me apartara el ejemplar mientras me tomaba un café en el jardín del fondo; me llevaría el trabajo a casa porque estaba segura que mi biblioteca estaría incompleta sin él.


De Sammallahti lo que más me sorprendió fue la solidez y lo profundamente poético de su trabajo, y al mismo tiempo la ligereza de espíritu con la que aborda el hecho fotográfico, comparable creo yo con el único e irrepetible Elliot Erwitt. Sólo basta observar su fotografía de 1982 de un perro estirándose bajo un árbol para captar las similitudes con Erwitt; no sólo en la presencia recurrente de perros sino en el humor como protagonista. Dicho sea de paso, que también me cautivó su capacidad de síntesis, su rapidez y habilidad para resolver situaciones impredecibles e irrepetibles. Al igual que su colega americano, fotografías como éstas me recuerdan la necesidad de mantener los ojos bien abiertos, con la cámara siempre presente, para poder capturar paralelismos tan mágicos como efímeros.
El libro es de altísima calidad; no sólo por su contenido sino también por su producción e impresión. Los tonos suaves de su fotografía en blanco y negro le dan un carácter poético y nostálgico a un portafolio que busca revelar lo trascendental en lo ordinario. Mi ejemplar es una primera edición publicada por BLUME. Aunque pareciera haber sido un tiraje pequeño, Aquí, Tan Lejos ha sido publicado también en inglés, francés y alemán, y se puede adquirir online a través de Amazon.
El libro consta de 9 capítulos durante los cuales mantiene una rigurosa observación y capacidad contemplativa de todo lo que le rodea, y si bien no ha sido organizado de forma estrictamente cronológica, hay una evolución casi pedagógica en el libro. En una mezcla sutil entre el documentalismo clásico y la corriente del “instante decisivo”, es palpable el momento en el que el fotógrafo comienza a introducir el humor dentro de su temática recurrente. Entre 1970 y 1980, los animales hacen apariciones ocasionales dentro del cuerpo de trabajo. Luego, a partir de 1993, con Imágenes Diminutas de Animales comienzan a aparecer con una frecuencia irrefutable. Es así entonces evidente para el espectador cuando el fotógrafo toma la decisión consciente de abordar una temática particular en sus subsiguientes series, y eso es tremendamente educativo. Te permite observar de primera mano la evolución de su pensamiento y de su práctica.


Y ya que estamos en el tema educativo, he ahí la razón por la cual me decidí a escribirles sobre este hallazgo. Recientemente publiqué un tutorial meramente técnico sobre cómo hacer fotografías con mejor definición, y no me malinterpreten, puedo entender porqué un artículo así es útil y popular entre los lectores de este espacio. Sin embargo, también creo que eso no es suficiente. Es más, se queda corto. Con cierto recelo veo como cada vez más se hacen populares los tutoriales, las guías prácticas y los how-to’s, pero también tristemente y con la misma frecuencia los entusiastas de la fotografía olvidan que al alma también hay que entrenarla. Tal como afirmaba Thrane en el prólogo que escribió para “Aquí, tan lejos”, este libro es prueba que la maravilla está ahí frente a nosotros y depende únicamente de nuestra sensibilidad el ir a su encuentro. Mantengan los ojos abiertos, cultiven la curiosidad, desarrollen la sensibilidad, ábranse a la posibilidad de descubrir el trabajo de otros—y no, Instagram no puede y no debe contar como única fuente para su investigación si de verdad desean que sea relevante y fructífera. Coleccionen libros de fotografía tanto o más como filtros y gadgets tecnológicos; podría hablarles de innumerables veces que algún alumno me ha preguntado por qué lente comprar, aunque pocos me han pedido consejos sobre libros para estudiar.
VAYAN, MARAVILLENSE… LES PROMETO QUE HAY MUCHO POR VER.